Bilbao. 24/01/2015.-
Gabriel Mª Torres Amann. Abogado
Desde siempre los ciudadanos venimos soportando actitudes abusivas de los Bancos, no sólo en cuanto al cobro de altas comisiones por cualquier servicio que nos prestan –por mínimo que sea e incluso aunque lo tengamos que hacer nosotros mismos desde el ordenador o cajero-, sino también por servicios que no nos hacen.
Los Bancos han conseguido que ninguna persona pueda convivir hoy sin tener una cuenta. Todo el mundo la necesita para domiciliar en ella su nómina o pensión y cargar sus recibos de agua, luz, renta o seguros. Obviamente, sólo lo hacen cuando hay saldo suficiente. Si no lo hay es cuando para el ciudadano empiezan sus problemas y el banco se aprovecha.
Hasta hace relativamente poco tiempo, íbamos al Banco y pagábamos el recibo que, por cualquier motivo, había resultado impagado. Mientras la oficina permaneciera abierta, lo podíamos hacer. Pero por sorpresa y a la chita callando, la práctica totalidad de entidades se han puesto de acuerdo en no aceptar los pagos salvo en los reducidos días y horas que nos señalan en un escueto cartel colgado en la pared de la oficina, que es coincidente con el que existe en todas las entidades.
Lo que parece una nimiedad, se ha transformado en un claro abuso al ciudadano, casi siempre el más desfavorecido, que al no estar siendo controlado ni corregido, tiene visos de permanecer e incluso de ir a peor.
Existen infinidad de casos sobre los que se puede escribir pero, por ilustrativo, me voy a referir al de una anciana, viuda y que vive sola, a la que un jueves la compañía eléctrica le corta la luz (poco importan los motivos) y cuando acude a su banco a pagarlo, ya que la compañía eléctrica no acepta el cobro, allí en la sucursal le dicen que no le aceptan el dinero y que el primer día que puede abonarlo es el martes siguiente de 8:30 a 10:30 horas. Tiene que esperar cinco días sin luz en casa. Sin cocina. Sin calefacción y es febrero. Sin agua caliente. A la mujer se le hunde el mundo. Ruega al empleado que le acepte el dinero, le llora. Nada conmueve al hombre que le atiende que se limita a señalarle el papel pegado bajo el mostrador donde se indican los días y el horario de cobro de los recibos devueltos.
Sin otra solución posible, sale del banco a su casa. Y así lo hace. El martes a primera hora con abrigo y una bufanda que le tapa la cara, acude al banco. Es la primera en la ventanilla y lleva el dinero en metálico. El empleado es el mismo del otro día. No le saluda. Sin gesto amable alguno, le atiende y finalmente carga el recibo.
La pregunta que nos hacemos enseguida es si un banco puede demorar el cobro de un servicio vital, y el agua, el gas o la luz lo son, por su sólo interés y a su sola voluntad. La respuesta es no. Ni pueden, ni deben. Las compañías suministradoras dirán que no es su problema y que ellas no intervienen en el servicio que ofrecen los bancos a sus clientes. Pero ello no es cierto. Ante actitudes como esas, pueden cerrar cuentas y obligar a los bancos con los que trabajan a ofrecer un servicio completo. Y, entonces, ¿por qué no lo hacen?
La pregunta tiene tantas respuestas como personas lean eso. A mí me parece que la más sencilla es porque nadie se lo exige.
El Ministerio de Industria no interviene frente a las suministradoras que, a su vez, no afean la conducta de los bancos que continúan con la práctica e incluso la extienden al copiarse unos a otros.
Quien controla a los bancos mira para otro lado. La Comisión Nacional de la Competencia (CNC) cierra los ojos ante el acuerdo, expreso o tácito, pero acuerdo, de todas las entidades por restringir ese servicio (hoy en día no existe ya una sola entidad bancaria que no lo haga), y eso que desde su web nos recuerda que es el organismo público encargado de preservar, garantizar y promover la existencia de una competencia efectiva en los mercados. Ningún experto consultado acepta esta práctica del horario limitado. Ni al parecer tiene cabida legal.
Los ciudadanos, cada vez que veamos un cartel que lo indique debemos protestar y llamar la atención del personal del banco haciendo especial énfasis en el abuso que supone frente a recibos de suministros necesarios.
Es una práctica absolutamente ilegal e inmoral que debemos hacer que desaparezca.